domingo, 2 de marzo de 2014

Testimonio de una mamá sobre la dependencia y el copago

Testimonio de una mamá sobre la dependencia y el copago


 Me llamo Lola, y soy la mamá de Jorge Sogorb López, un peque de siete años que padece una parálisis cerebral severa.   Un peque que  sólo es capaz de hacer una cosa por si mismo, sonreír. Para el resto necesita la atención constante de otra persona, lo que técnicamente  se denomina concurso de tercera persona.   Además, tampoco sirve los cuidados  de una persona cualquiera, necesita ser atendido por personas que sepan mucho de parálisis cerebral, bien  entrenados en ciertas áreas de enfermería y medicina que sepan actuar  en caso de emergencia y atender sus requerimientos sanitarios, que son numerosos, Sobre  todo necesita ser cuidado por alguien que, como dice su pediatra de la unidad de hospitalización pediátrica a domicilio,  sepa mucho de Jorge, de todos sus problemas y de todos los frentes que tiene abiertos. Jorge necesita de gran cantidad  prestaciones sanitarias, de productos farmacológicos, de artículos  varios como ayudas técnicas o material orto protésicos, de muchas sesiones de neurorehabilitacion, de fisioterapia, de logopedia, reeducación auditiva, integración sensorial, estimulación visual, vestibular….todo   para que su vida sea viable. Jorge es un niño que está  muy discapacitado, y enfermo por  patologías asociadas a su parálisis cerebral por las que pasa largas temporadas ingresado en la unidad de hospitalización a domicilio donde es una de los habituales y más veteranos.
 Mi marido y  yo, como padres, encontramos un rayo de luz y esperanza cuando se aprobó la ley de dependencia,  ya que por fin, la sociedad española reconocía y  atendía   al colectivo de personas como mi hijo, y a familias como la nuestra. A las que nos costó arrancar con todos los requerimientos  que Jorge precisaba, y a pesar de estar trabajando tanto mi marido como yo. En mi casa arrimaba el hombro y el bolsillo, a parte de nosotros, mi padre, mi  suegra, (que ya no están) y mi madre.
Y sé de qué hablo cuando se trata de discapacidad y abandono social al respecto. Nieta de un parapléjico, sobrina de un señor al que le apuntaron los dos brazos cuando tenía 8  años. Nieta de una abuela que tuvo que afrontar  en plena postguerra la amputación de los dos brazos por los hombros a uno de sus hijos,  y que tuvo que afrontar que su marido se quedara parapléjico y postrado en una silla de ruedas en plena autarquía, sin medios, que para sacar a su familia a delante tuvo que dedicarse al estraperlo. Nieta de una yaya ciega y con Alzheimer y un yayo incapacitado por enfermedad coronaria. Hija de una madre que tuvo que abandonar su trabajo para cuidar de sus padres, sola, completamente sola durante cinco largos años,  sin ningún tipo de  ayuda por parte de la Generalitat, ni del Estado, ni del Ayuntamiento,  ni económica ni de ninguna otra índole, tan solo con la poca ayuda  y colaboración que yo le podía proporcionar. En mi familia sabemos bien lo que significa el desamparo social  al que se enfrentan las personas enfermas, discapacitadas, y los ancianos,   y  por añadidura sus familiares.
Siempre recordaré la aprobación de la ley de dependencia como un gran avance social; un hecho histórico. Una  ley  que por fin ponía alas a   nuestras esperanzas por ver atendidos con unas garantías mínimas de humanidad a aquellos a los que la vida les ha colocado en una situación de indefensión, como a mi hijo.  Mi tío, mis abuelos y mi abuela ya no estaban para ver y beneficiarse de este gran logro en materia social, pero estaba segura que desde el más allá se sentían igual de orgullosos como me sentía yo. Sabíamos sobradamente  que esta ley aliviaría grandes y enormes sufrimientos, y pondría límites a penurias como las que ellos vivieron.
 Pero Tampoco fue fácil ni rápido acceder a las prestaciones que la ley daba derecho, hubo que superar escollos, dilataciones  en el procedimiento de reconocimiento de las prestaciones hechas con premeditación y alevosía. Hubo que espera tres largos años, muchos recursos, muchas quejas,  muchas horas en la Conselleria de Bienestar Social , muchas peregrinaciones a esta y otras Consellerias  arreando de un niño  tretapléjico en  silla de ruedas, y  que si se terciaba, hasta con la mochila de oxigeno. Hubo que pleitear y  pleitear, para defender el derecho a una vida digna para mi hijo.

Luego  llegó la  supuesta crisis, que a  mi humilde opinión,  es una farsa teatral con la que el actual gobierno sin el más mínimo reparo,  se escuda para   programar, organizar y ejecutar el que sea tal vez el más grande y maquiavélico genocidio en la historia  de este país, a saber dejar morir a los dependientes, dejarlos morir de hambre,  insalubridad, y retorcidos de dolor.
Y para ello, año tras año  han intentando  fulminar la ley de dependencia en nombre de la economía sostenible; una  restrictiva política económica que desampara al más débil, al más indefenso, al más pobre... en definitiva,  una política, que acorrala hasta la muerte  al que menos puede defenderse y valerse  por sí mismo,  Pero por si acaso alguien cree que esto es discutible o rebatible no estaría de más hacer un repaso a los grandes recortes que ha sufrido esta ley, así como la aprobación de otras leyes  que nos han colocado a las personas dependientes y a sus familias al aborde del abismo.

Reducciones monstruosas en la cuantía de la prestación por dependencia, atendiendo a datos económicos desactualizados,  calculadas mediante  parámetros de carácter tan herméticos que resultan casi inexplicables a los propios técnicos. sin tener en cuenta las  variaciones que se hayan podido producir en las  situaciones laborales y económicas  en  la familia  que, como en mi caso,  que al estar en situación  de desempleo, suponen un perjuicio económico importante. 

Sobre todo hacer referencia a la ley que en enero de este año   derogaba  el beneficio de la prestación farmacéutica gratuita  a los discapacitados y establecía  el copago farmacéutico y orto protésico con los mismos porcentajes que se fijan  para personas sanas y capacitadas, provocando una situación de tan  grave discriminación negativa para el colectivo de personas discapacitadas y enfermos crónicos, que para muchos de ellos, tal medida tiene  el mismo efecto que una sentencia de muerte.

La reforma laboral,  que no sólo manda a pique la conciliación de la vida laboral con la familiar, sino que ha permitido que empresas, como para la que yo  trabajaba, vean la posibilidad de hacer el agosto, despidiendo a personas a bajo coste y sin remordimientos, por mucho que sean madres de hijos con discapacidad.


Y cientos   de noticias que nos han hecho perder la fe, sobre todo en la clase política. Numerosas   normas  con diferentes  rangos, pero todas ellas llenas de una gran  mala fe,   que nos intentan   hundir en la miseria, que han dejado muy patente   que niños como mi hijo Jorge,  para la clase política, no valen nada. Que las vidas de niños como Jorge, y  las nuestras, que somos sus cuidadores valen menos que nada,  que no  tienen el más mínimo respeto ni consideración por las personas en situación de dependencia  y las tratan como  estorbos, como escoria social, e incluso, como hizo un  directivo del HOSPITAL GENERAL DE ALICANTE, como trozos de carne con ojos.

Ahora sólo oímos hablar de: déficit, presupuesto, paro, recortes, ajustes fiscales... …. Restricciones y más restricciones que nos exigen  sacrificios a los ciudadanos que vemos como nuestros gobernantes les recortan la vida a personitas como a mi hijo, mientras ellos viven con prodigalidad, despilfarro  y derroche, y se sustraen a las mismas restricciones que nos están imponiendo,  y lo hacen robándonos los recursos y los medios que dan viabilidad a la vida de nuestras personas en situación de dependencia.
Restricciones que me han obligado a eliminar las sesiones semanales de neuroestimulación que mi hijo recibia y que sigue necesitando y que ahora no le puedo pagar,  restricciones que me han obligado a eliminar fármacos de los tratamientos que Jorge tiene pautados ,  así como de los otros que necesita y que no están subvencionados por el sistema público de salud,  restricciones que me condicionan hasta el punto de no poder comprar los medicamentos que  yo  necesito para mi , restricciones que nos han abocado a emprender la recolecta solidaria de tapones para encontrar financiación para ayudas técnicas que a Jorge le resultan necesarias. Restricciones que me producen insomnio de tanto pensar y repensar de dónde podría obtener recursos para  cubrir necesidades de vital importancia que mi hijo, de dónde voy a sacar el dinero para pagar su silla de ruedas, sus férulas , su bipedestador……………
No  tengo planes de quedarme repantigada en el sofá viendo como pandilla de gente sin alma se chulea la vida de mi hijo. Seguiré luchando por mi hijo, haré por él todo lo que esté en mis manos, procuraré luchar dentro de los límites de la vía pacífica, pero dispuesta a la guerra si llegara el caso, es ley de madre. Gracias


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